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  • Foto del escritorJosé Guillermo Ros-Zanet

EDUCAR LA EDUCACIÓN

Actualizado: 5 mar 2021


Hay que educar la Educación.

Recordemos que el niño es destino, y que el hombre es un ser-en-camino.


La crisis en el campo educativo, en nuestro país, es expresión de la crisis social, política y económica; expresión a su vez, de la profunda crisis moral que vive la república. Es una crisis de los valores superiores del espíritu, en el hombre. Y esta situación engendra, a su vez, una crisis de identidad en el hombre: el horror de no conocer ni su raíz, ni su destino, y de no entender su presente como ser-en-el-mundo y entre sus semejantes. Angustia visceral del hombre. Ya no es el “Homo Viator”, el ser en camino; ahora el hombre es el ser-en-el-pozo, en la profunda oscuridad. Es la crisis moral que lleva la crisis de identidad. Es el agotamiento y el agostamiento de LA FAMILIA. Enfermedad de los gobiernos y del Estado, que llega hasta las murallas de la Nación. El malestar profundo de la cultura.


La Familia es la institución donde el niño se hace persona, ser humano. El hombre, al nacer, es el ser más desvalido de la creación; pero es el único ser capaz de aprenderlo todo, absolutamente casi todo, desde un medio rico en valores personales. Alma, Voluntad y Espíritu.


Desde la riqueza o desde la pobreza integral del entorno familiar, se formarán las personas o las sub-personas, los seres humanos o los sub-humanos.


En Panamá desaparece la familia como ente formador de personas. El niño crece en una especie de desierto de relaciones interpersonales. Es la carencia de estímulos afectivos, intelectuales y espirituales positivos.


El niño crece como un tullido, como un minusválido afectivo, intelectual y espiritual.

Hay pobreza integral. Pobreza de vocabulario, que lleva a la pobreza del pensar y del saber, y a gravísimas limitaciones del conocer y del hacer. Un mundo empequeñecido, sin horizontes y sin cielo; y casi sin tierra. Horror del existir y del no ser.


La existencia de estos ejércitos de mutilados afectivos e intelectuales es una realidad nacional. Estos niños ya están en las aulas escolares, y constituyen fuente de problemas y conflictos en el ámbito educativo del país.


El gobierno, el Estado y la Nación deben tomar clara y profunda conciencia de esta verdad. Sólo de esa manera se pondrán en camino para el encuentro de verdaderas soluciones; trascendentes.


El hombre es, fundamentalmente, lo que vivencia los primeros cinco años de la vida. Son los años en que el niño debe vivir en el seno amoroso de una familia completa y madura; una familia rica, sobre todo coma en valores espirituales y morales.


Que lo que yo llamo la bondad infinita del útero (del nido) materno, se prolongue en el nido familiar y en el nido escolar, y en el nido social.


En Panamá sufre la familia. Y el estado hace muy poco para la buena permanencia del núcleo familiar. COIF, en lugar de Familias.


Recordemos qué ninguna institución puede reemplazar a la familia como ente formador de personas.

El Maestro y el Pediatra han de entender debidamente al niño, en el mundo y en su mundo; para ayudarlo eficazmente en su caminar para ser, para ser persona. Recordemos: saber más (educarnos y educar integralmente) para ser más; no para tener más.


Debido a la pobreza o a la ausencia del entorno familiar, solo llegarán al mundo escolar minusválidos afectivos, tullidos intelectuales y espirituales. ¿ Y que podrá hacer o realizar un maestro con escolares que llegan al aula como reales infradotados intelectuales? De aquí la gravísima responsabilidad de la educación Pre-escolar. Si existe la educación parvularia fuera de la institución familiar, la misma debe ser responsabilidad del sector Educación y no del sector Trabajo.


Algunos podrán pensar que muy poco es lo que se puede hacer frente al pobre problema de niños provenientes de desiertos afectivos, intelectuales y espirituales; pero creo que sí pueden realizarse cosas positivas; sobre todo si el maestro comprende cuál es su verdadera misión, y si conoce profundamente el problema social, político, económico, intelectual como educativo y moral del país, y del hombre. Y si se conoce a sí mismo, y quiere al niño.


Qué donde existan niños de lento aprendizaje (o niños normales o niños superdotados) no existan nunca maestros de lenta enseñanza.


Es que fuera del medio familiar, nada puede reemplazar al buen maestro, como conductor y guía del niño. es el Pedagogo por excelencia.


El maestro puede hacer mucho en bien del hombre (del niño) y de la humanidad. El futuro es ahora, y toda comprensión y bien que hoy hagamos, sin egoísmo y sin odio, será pronto Bien Común. No hay que esperar, no se puede ni se debe esperar, para construir un futuro mejor. No se puede actuar en el pasado ni en el futuro. Sólo se puede actuar en el presente.


¡Ahora! El maestro ha de ser, como hombre y como ser en el mundo y ante el niño (maestro o maestra, profesor o profesora: docente), un ser maduro, capaz de amarse a sí mismo y amar al otro, a su prójimo, a su semejante. (Amor es, en su esencia, ausencia de egoísmo y de odio). El maestro ha de trabajar en comunión con el mundo (projimidad), para el Bien Común; sin enajenar ni su libertad ni su dignidad. En un mundo de justicia y solidaridad. Que se cumpla la ley natural.


La paz se dará entonces, en ese mundo, por graciosa añadidura; sin necesidad de slogans ni de afiches demagógicos.


Creemos que la existencia de una Ley Educativa es esencial, pero no absolutamente necesaria, para alcanzar una visión integral del hombre y del mundo; ni para estructurar y fundar (para tener) una Filosofía de la Educación Panameña.


Desde la consagración y la confirmación de la vida y del mundo, debemos hacer vida y verdad, en nosotros, la concepción de una educación para ser, no para tener.


Un quehacer amoroso para la búsqueda y el encuentro del Bien Común. Para la confirmación y la consagración de la vida y del mundo.


Los griegos, desde su filosofía de la vida y de la educación, educaron al niño para el AGORA, para el pensamiento, para el saber y el conocer; los romanos educaron al niño para el FORO, para la ciudad y para el mundo; el Medioevo educó al hombre para la vida religiosa, para salvaguardar nel buen conocimiento del ser y de Dios, para guardar, para el mundo, el patrimonio espiritual de la Humanidad; el Renacimiento educó al hombre para la expansión del conocimiento. Y así en muchas épocas. Una concepción noble del hombre, de la vida y del mundo ha de sustentar siempre una noble Filosofía de la Educación.


Nuestro mundo, desde sus raíces cristianas y desde su inmersión en la historia y la vida, ha de educar al niño para que el hombre sea, cada vez más, más ser, más conciencia; más humanidad.


Que cada vez menos sea el hombre el lobo del hombre. Eduquemos a la educación para la búsqueda y el encuentro del Bien Común, en medio (y desde) la Libertad, la Dignidad, y la Justicia. Quiero repetir aquí, en este punto, unas palabras mías, tomadas de un breve ensayo sobre la Ética y lo ético, que escribí hace algún tiempo:


“Quiero dejar testimonio de mi creencia en el porvenir de doctrinas inmensas que enriquecen el patrimonio espiritual de la humanidad, tales como la de la Reverencia por la Vida (de Albert Schweitzer), y de las del Sathiagraha y el Ahimsa (la verdad y la no violencia) del Mahatma Gandhi. Creemos que la visión, el ser y el vivir de San Francisco de Asís, y el sueño de Martín Luther King, se harán, algún día, Saber del Mundo. Es el respeto grande a la vida, al hombre, a las cosas. Hermana agua, Hermano aire, Hermano bosque. Hermanos Vida y Mundo.”


Hasta aquí mis propias palabras.


Eduquemos, pues, a la Educación, para la Vida Moral, que es la Vida temporal en la que culmina la Vida Total.


Si bien es cierto que sin familia y sin sociedad no hay hombres (personas), no es menos cierto que sin Moral no habrá familia ni Sociedad.

Dr. José Guillermo Ros-Zanet

Panamá, 25 de marzo, 1986


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